domingo, 9 de noviembre de 2008

Camerún. Una vivencia en 2008 (6)


Un viaje en el tiempo : Retrocedemos casi 10 000 años y pasamos una noche con los Pigmeos “Baka”, en plena selva ecuatorial.


En Camerún no hay paisaje o estampas que te dejen indiferente, la mayoría son impactantes. De regreso hacia Pitoa, y un poco más relajados por haber dejado atrás la tradicional, animista, y “agotadora” vida “podoko”, capto una de las imágenes más tiernas de todo el viaje (lástima no disponer de foto):

Hay gente en un río poco profundo y de escaso caudal lavando la piel de un par de vacas domésticas. Al lado, un niño de unos 5-8 años hace lo mismo a un dócil cabritillo blanco. El animal está inmóvil y parece confiado. (Docentes, Exploradores… ¿están ahí?).

Al día siguiente viajamos hasta Ngaoundere para coger de nuevo el tren hasta la capital, Yaounde, y desde ella desplazarnos a la Provincia del Este, en plena selva ecuatorial, para conocer a los Pigmeos “Baka”. A. el guía, nos advierte que es la provincia más pobre, y también, paradójicamente, la mas rica en madera, oro y diamantes.

En Somalomo, poblado limítrofe con la selva, Reserva del Dja, nos recibe una familia, y unos vecinos que harán de porteadores de nuestro ligero equipaje: cuatro tiendas “Quechua”, colchonetas, diez litros de agua y alimentos para un desayuno de unas diez personas.


Nos han preparado un guiso de pollo, y nos enseñan un animal antediluviano, rarísimo, que cayó en una trampa y aún está malherido (aspecto mitad cocodrilo, mitad dinosaurio como puede verse en la foto). Tras pagar unas tasas en el control policial por entrar a la reserva, nos ponemos en movimiento. Yo llevo mochila y una colchoneta, como cualquier porteador, a pesar del dolor de espalda que arrastro desde hace ya varios días (tal vez sean contracturas debidas a la tensión por tanta emoción…)

Atravesamos el río Dja en una barcaza de madera que es un cuenco de una sola pieza del tronco de un gran árbol. Un remero nos pasa de tres en tres. Hay que estarse quieto para mantener el tronco en equilibrio.


Es cerca del atardecer y el guía nos informa de una pequeña caminata hasta llegar al poblado pigmeo. Yo doy ánimos ironizando “en dos horas estaremos allí”.

El calor hace mella y nos agotamos pronto. Las linternas alumbran el camino principal pero cuando éste desaparece la senda es incierta. Nos dejamos conducir por la gente del poblado, que también tienen dudas. Se emiten gritos comunicadores y responden desde la lejanía, pero resultan ser del mismo pueblo. Volvimos a caminar otra hora en la oscura y ya ruidosa noche selvática. Yo sudo y me hago rasguños por las piernas. Las dificultades las presiento reales. Nuevas proclamas en lengua pigmea y esta vez surte efecto: a la luz de las linternas, aparecen dos hombres delgados, pero fibrosos y curtidos. Van descalzos y con taparrabos, y su estatura ronda los 1,55 m.

Nos llevan a su “poblado”, formado por 6-8 chocitas de ramas y hojas secas en un descampado, y que está alumbrado por unas hogueras de leña. Al llegar, y a un lado, me pareció ver un grupo numeroso de niños juntos, en silencio, como esperando instrucciones, y varios grupos de 3-4 personas cercanos a las hogueras. En el ambiente se palpa expectación por parte de ellos, y asombro por la nuestra. Tímidos saludos con gestos, y con palabras sin convicción pues sabes que no hay posibilidad alguna de entenderse.

Aparece una pareja (son los jefes de la tribu de una sociedad organizada en torno a la caza y recolección de frutos), con los que intercambiamos nombres e intenciones de la visita gracias a alguien del poblado que habla el lenguaje pigmeo. Les llevamos algo de arroz y fruta.


Al cabo de pocos minutos comienzan a festejar cantando y bailando, a ritmo de tambores. Cantan a canon previa introducción solista. Son voces predominantemente blancas (incluidas las de los hombres). A. nos cuenta que en la época de los faraones eran llevados a la corte para recreo allí de tan maravillosas voces. Bailan en corro y nos invitan a participar. No se cortan por ir semidesnudos ni por el flash de las cámaras.

No manejan dinero, no van a la escuela, ni acuden a los hospitales. Son habitantes de la selva y no están censados ni pagan impuestos. Es difícil saber si son animistas o tercamente realistas. No nos necesitan.

Me parece que no están tristes ni alegres, sino todo lo contrario. Bailamos con ellos algún rato pero resulta chocante ver estilos tan dispares, y pienso en lo que nos influyen esas “instituciones” que parecen invisibles, como la religión, las modas, los modelos paternos o los de un grupo etc, para que adoptemos determinadas conductas patrón…

Ellos siguen a lo suyo: danza en corro, saltos, cánticos incesantes. Nosotros nos retiramos a las sencillas pero prácticas tiendas de campaña. De fondo hay un murmullo que parece un festival de animales selváticos. Duermo durante 2-3 horas y continúa la cantinela. No tengo ni idea de lo que celebran: tal vez nuestra llegada, quizás un rito de salud o deseos de augurios de buena caza…

En una tienda cercana se ronca, en otra se susurra. Hacia las dos de la madrugada ceden los cánticos, poco a poco, y se impone el festival natural. Yo escribo en el interior de mi tienda con la luz de la linterna. Descorro la cremallera y miro al cielo que está estrellado y sereno. Me siento hermanado con la naturaleza en este lugar tan perdido de las civilizaciones. Ya no puedo dormir pues me avasallan las reflexiones. Me pregunto qué sentido tiene querer sacar a estos humanos de su lugar, si llevan 4-6 u 8.000 años viviendo así… yo me relajo con el confort de una casa equipada y con la seguridad de tener alimentos y trabajo, y ellos, tal vez, lo hagan con determinadas señales del cielo o rastreando huellas de animales o reuniéndose los días de luna llena para cantar y copular.

Y en estas cavilaciones vuelvo a dormitar con la incomodidad del duro suelo, el calor, y con la ropa del día pegajosa y sucia que no he quitado para dormir.

Muy temprano vuelve a oírse el cuchicheo de gente. Una claridad que llega de arriba se cuela entre la copa de los árboles: Amanece en el país de los pigmeos. No tengo voluntad de levantarme, pues entre el dolor de espalda y el estreñimiento de tres días estoy mermado. Ya me gustaría estar en la civilización. Ya he visto bastante. Desayunamos a base de leche en polvo, Nescafé, pan y margarina rancia. Primero los blancos, pues los porteadores y miembros de la familia que nos acompañan, están como esperando las sobras (nadie dimos el paso para que fuera simultáneo).

Y allí estaban sentados los pigmeos, en torno a sus hogueras. No los vimos cenar ni los vemos desayunar: tal parece que son neumáticos o que funcionan con pilas alcalinas. Sobre las nueve de la mañana se organiza una muestra de sus habilidades y conocimientos que les permiten vivir en la selva:


1- Caza. Salen 8-10 individuos con lanza y machetes. Uno emite sonidos imitando a un determinado animal que quieren cazar, el resto está agazapado y cuando el animal cae en la trampa, se abalanzan todos sobre él…

Agua potable. Localizan y dan un corte en troncos de determinados árboles que almacenan agua de rocío en el interior de su caña. Recogen unos 50 cc de agua potable de cada ramita.

Destreza subiendo árboles. Se sirven de una liana que atan rodeando, con holgura, su cuerpo y el tronco del árbol. El resto es trepar con pies y manos con la velocidad de un mono.

Cortezas de árbol, terapéuticas, para solucionar catarros, diarreas o estreñimiento. Ésta última es la que yo probé, inocentemente, con un resultado más que eficaz en 24 horas.

En el regreso a Yaounde apenas acertamos a comentar la autenticidad de la primitividad de aquellos seres humanos. Disfrutamos una merienda-cena en un lugar paradisíaco, en medio de una arboleda, en el restaurante “Bois de St Anastasia”. Un buffet de lujo por siete euros, servido por personal elegante y educado rayando en una amabilidad jamás sentida ni en Europa. Hasta el Maitre, distinguido y súper amable, hablando en español, se interesó por nuestra situación. (Alguna de mis compañeras no reprimió, después, decir que le encantaría tenerle siempre a su servicio…).


¡Cara y cruz en el mismo día!... pasar en tan pocas horas de sobrevivir con los pigmeos, a disfrutar una
cena en un lugar sibarita y acogedor, con vistas y música de fondo...









8 comentarios:

Ana dijo...

No me lo puedo creer, de verdad que yo no sobreviviría a una aventura asi. De lo que no nos has hablado es de como llegaste sicológicamente, o quizá yo me lo he perdido; como podemos seguir viviendo sin sentirnos un poco culpables.No tengo palabras porque no me lo puedo esplicar.Besos

Victor dijo...

Jo!
De este "capítulo" te escuché hablar un día en la cocina. Es impresionante.
No me estraña nada que uno vuelva "tocado" después de un viaje así.

Por cierto, ¿cómo se te ocurre que pueda legar a cansarnos tu relato? Sé que es egoista `por mi parte, pero de ningún modo acepto que éste sea el último capítulo.

Y no es por halagarte pero tus relatos superan con creces los guiones de algunos documentales de la 2.

Gracias, James.

Anónimo dijo...

Después de sobrevivir a semejante impacto, ni vacunas ni otros potingues necesitas. Y me uno al comentario de Victor. ¡Continúa! Es lectura que engancha y de qué modo..........
Enhorabuena!

Albiuski dijo...

hola de nuevo! ufff, yo también esty de acuerdo, yo no sobreviviría a tan experiencia... nose, segun soy... esa noche en la selva... uff, para mi eso no es, y nose, me cuesta creer que haya gente que lo aguante, y no me refiero a los que llevan 8000 años asi, porque no conocen otra cosa... pero y los visitantes?? uff, a mi me supera...

aunque estas entradas vas leyendo y parece que indirectamente estas haciendo el viaje... yo también espero con impaciencia una nueva entrega!!

besos!!

Anónimo dijo...

Este episodio está "de libro". Y por cierto, hablando de libros, ¿por qué no escribes uno? ;-).
Que privilegio haber vivido todo esto, lo bueno y lo malo. Me quedo con el contraste de dos últimas fotos: dos mundos distintos y una misma persona, una misma riñonera, que ha sido capaz de vivir y sobrevivir en ambos. Enhorabuena por la hazaña y por el relato!!

besitos

belaregido dijo...

No me estraña tu diarrea. Creo que no te hacía falta corteza de ningún árbol. Todavía tengo encogido y con revoltijo en mi intestino despues de leer o mejor releer ese episodio. Al igual que los comentarios anteriores me he puesto en la piel de Jaime y os aseguro (yo que me he vuelto un cagón impenitente desde que nació Arián) que a mi me hubiera dado un ataque de pánico. Sobre todo pensando que me podía peder (aún recuerdo lo mal que lo pasé cuando de niño me perdí en las viñas de Jimenez)
Que sea la última vez que arriesgas tanto querido hermano. La próxima vez te vas con Victor que necesita emociones fuertes.
Lo del libro ¿para cuando Jaimito? se que tienes un borrador y podías adelantarnos algo en el blogger...

Leyendo me he acordado también de las filminas Don Bosco de D. Fabián y ahora Jaime podría cogerle el relevo en los "relatos imaginativos" Aquello de... una carta de la Conchinchina del tío de Cochinillo y Carbonilla y así regresaríamos al paleolítico sin pasar por el siglo XXI. Curioso como cambian los tiempos en esta civilización y como pueden permanecer otros lugares donde siempre...

Jaime dijo...

Gracias a los seis por dignaos comentar algo sobre el relato. No he exagerado. Simplemente puse las comas y reescribí las notas que traía. La verdad: fue lo mas auténtico que vimos, aunque también fue cansado y duro de digerir.
Y si (Ana y Víctor), llegué un poco tocado... y con las defensas bajas.
¿Hazaña, Sara? Creo que no pues llevábamos guía permanentemente. La hazaña es de los que sólo pueden SOBREVIVIR al día día. Por eso, Belar, cuando decimos ´como cambian los tiempos... ahora ya sabemos que NO ES ASÍ para todos...
Bueno, habrá otro capítulo que lo piden también Alba y Manolo. Zenk y un abrazo a "toos".

Marta dijo...

Y también te animo, Jaime, porque lo de escribir es lo tuyo y nos lo estás demostrando cada vez más en el blogger, así que ya sabes.

Podrías empezar a escribir tratando tu aventura en camerún o quizá cualquier otra cosa que se te ocurra, seguro que quedaría bien y se vendería porque escribes de una forma increíble, pareces un escritor profesional con varios libros ya publicados.

Ánimos desde León. Espero que lleguen hasta allí!

Besos!