sábado, 18 de octubre de 2008

Camerún. Una vivencia en 2008 (5)





Noche aciaga entre conciertos inesperados y reflexiones febriles. Visita a un poblado “Podoko” donde tenemos que pagar por ver una "danza de mujeres"

De regreso de Rumsiky, tras varias horas de furgoneta, pasamos por Mokolo. Es viernes y hay mucha gente en la calle con vestimentas típicamente musulmanas. Los hombres y niños con túnica y gorro, las mujeres con sus largos y coloridos vestidos, y pañuelos en la cabeza.
El guía nos refresca la memoria hablando de las relaciones entre las Jefaturas (“cheferies”) y el Gobierno. Cree que el actual, tiene el mérito de haber apaciguado la violencia interétnica. Cita el ejemplo de las gentes de su barrio que se ayudan a sobrevivir y progresar. Tiene fe y esperanza en este país.
Creo que es un poco miope pero me gusta su hablar sosegado, mirándote a los ojos con gesto tranquilo, en ordenada secuencia, para abordar cualquier tema. Es Economista (y conciliador, añadiría yo). Me planteo la posibilidad de que llegue a ser un político importante en la economía camerunés, y qué tendría que hacer para elevar el nivel de desarrollo…
Visitamos un mercadillo de artesanía en el que vendedores (negros) están muy atentos al paso del blanco. Te ofrecen el producto y su precio, pero debes regatear pues está muy abultado. Los niños, descalzos o en chanclas, nos siguen. Suplican con la mano y la mirada. Otra vez la miseria y desigualdad ablanda mi corazón.


Nos acostamos pronto, más por el cansancio del día que pensando en madrugar al día siguiente. Nos alojamos en el Hotel "Porte Mayo", en Maroua. Es un hotel tipo “bungalow” (de dos habitaciones), que están diseminados pero comunicados por senderos, y en un entorno inigualable de zona arbolada. Es un lugar ciertamente distinguido, con personal elegante. ¿Clientes?… pocos, y todos blancos. Disfruto la exquisita cena.
Hoy comparto habitación con I. pues supo de mi “soledad” y “miedos nocturnos” de los días pasados, y quiso mejorar mi situación. Pero a la hora ya me despierto, sudoroso y algo angustiado, con la sensación de haber oído zumbido de mosquitos. La verdad es que siempre tuve el despertar tan fácil como el que tiene una madre lactante, cuando su bebé rebulle por la noche. Enciendo la luz y miro las paredes con detenimiento, buscando la presencia de peligrosos mosquitos apostados en la pared. Tras manipular el insecticida, me lavo las manos.
Ya en la cama oigo un goteo sonoro, a contra ritmo y ralentizando, que es casi idéntico al final el concierto “El invierno” de Las Cuatro Estaciones de A. Vivaldi.
¡¡Maravilla del sumidero semi obstruido!!

Hay un calor sofocante, y se duerme mal con este pijama recomendado de manga larga. Afuera, en el jardín del hotel, hay otro concierto: Pájaros cuchicheantes en los teclados, y luciérnagas cortejando, mediante sonidos metálicos reverberantes, a las guitarras acústicas. Tras dos horas de duermevela (Sancho Panza contaría bien este significado), soy consciente que mi cerebro no cesó de reflexionar en las experiencias que estoy viviendo. Y como el alzheimer está atacando mi memoria cercana, decido levantarme para escribir lo que febrilmente estuve maquinando, tal vez soñando.
Se trata de una carta que escribiría un joven negro, preparado, acerca de un modelo posible de desarrollo y que se publicaría en los llamados países tercermundistas. Hablaría en 1ª persona, con conocimientos profundos de los bienes, desigualdades, corrupción de Gobiernos, multinacionales esquilmantes… Hablaría de invertir en formación mediante programas de colaboración, con otros países, en los que grupos de profesionales enseñarían la teoría y la práctica de los conocimientos útiles… hablaría...

Pero qué nochecita de chirridos insistentes y dodecafónicos, y qué sed de agua que no puedo satisfacer. ¡Y el amanecer que no llega¡ (parafraseando a M., que en paz esté, dije: ¡Oh, día, día, cuando venerás! –vendrás-). Y aún oiría la llamada del muecín a la oración de las cinco…

La mañana en Maroua se presenta movidilla con el incesante ir y venir de motos, bicis y gentes caminando. Algunos cargando tinajas o haces de leña sobre la cabeza. Otros, los primeros que vemos, practicando atletismo (Etóo no puede ya estar lejos).


-Esta mañana nos vamos al Chad (explica el guía; los cameruneses son capaces de decir las bromas aparentando seriedad). En realidad es la carretera que llega hasta El Chad pero antes nos desviamos a Mora, ciudad que fue antigua colonia francesa. En la incómoda y saltarina furgoneta hacemos un segundo desayuno a base de mango. I. parte y reparte los trozos que maternalmente nos ofrece. Compartimos hasta el papel higiénico usado para secar las manos. Somos maduros y nada escrupulosos. El conductor, que es musulmán, se sorprende con el trato de igualdad que le dispensa I. cuando, cada día, le pregunta si durmió bien… (No duerme en nuestro hotel, sospechamos lo haga en la furgoneta).
A los lados de la carretera hay acacias y sembrados de mijo (la hoja es similar a la del maíz). Al fondo están las montañas y su aspecto verdoso desde la lejanía. De cerca son setos aislados y grandes piedras. Cuando la furgoneta no puede seguir sorteando los baches y algunas piedras tocan sus bajos, echamos el pié a tierra. Un porteador, seleccionado entre un grupo de desocupados adolescentes en Mora, nos ayuda a llevar alguna de nuestras mochilas. Se nos unen niños a los que A. ofrece golosinas. Y lo mismo hace con grupos de mujeres que nos encontramos. Éstas expresan, a coro, el agradecimiento con risitas, y llevándose inmediatamente los caramelos a la boca. Doy, calderilla preparada, 500 francos a cada uno de los tres niños que están tocando una especie de flauta de bambú. El griterío, mientras subían corriendo la colina, fue ensordecedor.


Oudjila es el típico poblado “mandara” y se organiza alrededor de una jefatura. Las casas tienen tejado hecho con cañas secas de mijo. Nos recibe el hijo del jefe que ya había contactado vía teléfono móvil con nuestro guía (el jefe está de viaje), y es el que nos dará las explicaciones de la vida del pueblo. Viven en este poblado desde hace 400 años, y en ese tiempo se han sucedido 14 jefaturas. El actual jefe tiene 89 años, 113 hijos y 50 esposas. Cada esposa tiene una choza y cocina independiente (la cocina de la esposa principal se reconoce por adornos en la entrada). Entre la casa de una y otra mujer hay comunicación por pasadizos subterráneos. No hay luz eléctrica y escasa luz natural, por lo que abunda la humedad, suciedad, malos olores… El Jefe convoca a la población cada dos semanas (¿?)para tratar los problemas del campo, las disputas por terrenos o casas, los divorcios etc. También se ayuda de los “notables”. A la muerte de un jefe se le entierra en un aposento de la casa, donde no llegue la luz, y a partir de ahí la viuda principal debe dormir al lado del difunto el resto de su vida. (Con esta leyenda no anduve fino y no pregunté en que medida se sigue en la actualidad…).
De vez en cuando hacen la “fiesta del buey sagrado” (sólo un Antropólogo lograría saber cuándo y porqué se realiza). Llenan las calabazas de vino de mijo, rezan para tener buen año en cosechas, y reparten la carne de un buey, en banquete generalizado. Por cierto que el buey, elegido con mucha antelación, convive en una estancia de la vivienda y tratado a cuerpo de rey.
Si queremos ver una danza tradicional “de las mujeres”, hay que pagar por ello. El hijo del jefe da la orden correspondiente y, por escasos minutos, disfrutamos de un baile en el que mujeres, ataviadas de forma colorista, dan vueltas alrededor de dos mujeres que tocan el tambor. Cantan, gritan, hacen sonar los sonajeros sujetos a sus piernas.
Tengo la impresión de que en estos poblados ya se han espabilado para sacar dinero a los turistas, y lo que presenciamos ya es circo (ver vídeo). No obstante, en la realidad, siguen vistiendo pobre y trabajando el campo.


4 comentarios:

Albiuski dijo...

vaya... una nueva entrega del viaje! y hasta con video! bueno, yo ya no me esperaba mas... pero cada entrada relatando el viaje es una nueva historia, y bien larga!!

saludos a todos!!

Victor dijo...

.
Hemos vuelto a viajar en furgoneta saltarina, recorriendo los caminos flanqueados por el mijo.
Hemos vuelto a aplastar los mosquitos que estaban a l acecho.
Hemos vuelto a sentarnos en el suelo para un banquete de carne de buey...
Y todo de la mano de tu pluma, querido Jaime.

Pero lo que no he podido asimilar es el destino de la pobre viuda, de la posible e hipotética viuda, ligado para siempre al de su marido.
He leído cosas semejantes de otras culturas y siempre me han impresionado.
Porque este jefe tenía ya sus 80 años, pero qué ocurre cuando el jefe muere a los 37, por ejemplo...
Impresionante.
Impresionante todo. El paisaje, las chabolas, el baile que parece un tanto falso y desganado...

Anónimo dijo...

Alucinante la explicación del jefe de la tribu, y ¿ ese derecho de tener 50 esposas se supone solo para el jefe, o todos los hombres del poblado pueden tenerlas? Desde luego, y haciendo la media, cada hombre casado provoca 49 solteros, ! Que desigualdad!.

Yo, de haber nacido en el poblado ese, me hubiera pedido ser la esposa nº 15, o la 24, por si acaso.

El baile, un poco descafeinado, pero con tal de sacaros las pelas...

Anónimo dijo...

Si Alba, una entrega mas del viaje. Que pena no grabase mas videos, pero apenas quedaba memoria...
Viajaremos, Victor, un par de veces mas en la furgoneta, y habré contado lo esencial, lo que de algua manera me impactó.
A medida que escribo (y retoco...)y a medida que alguien comenta algo, me doy cuenta que en las leyendas-explicaciones del guía quedan flecos o respuestas poco claras... En cualq caso, quién es tan tonto de dejarse morir a los 37años teniendo 50 esposas...
Cada hombre casado, Neme, puede tener esposa-s, tantas como pueda mantener y a las que regalarle una choza donde criar niños y cocinar.. lo habitual es una o dos. La excepcion es el jefe del o de los poblados. A un jefe le sucede un hijo, no siempre el primogénito.
Pero en las ciudades es difernte. Se forman parejas, tienen familia, pero pocos tienen dinero para casarse y convidar a ua ceremonia...
Me doy cuenta que tenía que haber preguntado mas veces: ¿"Qué hay de ello en la actualidad"?
No se me olvidará en el futuro...
¡Chao¡